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lunes, 6 de agosto de 2012

Cautivos del bien y el mal

Me he propuesto escribir este blog como un cuaderno de viaje de lo que vivo diariamente en el Spot. En ese sentido me excuso si la forma no está elaborada. Guiso, limpio, canto y pinto a todo trapo, mientras ríen, juegan y corretean a mi alrededor tres niños de 3 y 4 años.
Grandes astronautas, pintores, pilotos y lavaplatos, alborotados y numinosos los niños me tienden de vez en cuando una emboscada cuentacuentos. El trato es genial: en el cuento yo avanzo y pregunto, ellos responden. Nos encotramos sobre la colchoneta, yo reducida a pajarito herido, mi hijo Yvo cual león rugiente se lanza contra mi estómago y grito de dolor: ¡Aaaaaaaaaay!
Se detiene el juego e Yvo se pregunta, espeta, llora de desconsuelo por la incomprensión:¿¡ Pero yo soy el león, el gruaauu es malo, y come a pipí (pajarito, o sea yo). Claro.

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